lunes, 10 de marzo de 2014

El ermitaño digital, desinstalando Whatsapp

Pese a los problemas de privacidad que se suelen oír por ahí (sobre los que yo no me he molestado mucho en leer) a mí Whatsapp me gusta, me gusta su modelo de cuotas anuales, me gusta cómo funciona la aplicación (pese a que en mi móvil ocupa mucho espacio en la memoria del teléfono ya de por sí escasísima).

No me gusta que no sea multidispositivo, una vez adquirida la tablet, el no poder tener allí las conversaciones del móvil fue un hándicap muy duro. Y allí estaba el recomendadísimo Telegram, en el momento perfecto para solucionarlo. Pero esta no es la historia de cómo migramos los grupos importantes a Telegram, eso ocurrió un poco antes.

Sintiéndome más cómodo en la Tablet, ya había abandonado bastante el móvil, lo tenía para llamadas y poquito más. Una cantidad ingente de mensaje se acumulaba en mi barra de notificaciones del móvil pese a mis esfuerzos por limpiar sin leer la mayoría de ellas. Ya había avisado a los más cercanos de que no estaba prestando atención a Whatsapp, es más, en realidad les decía "No tengo Whatsapp" ya que era así a todos los efectos, aún así insistían en responsabilizarme de las chorradas más o menos importantes que por allí se estaban diciendo y decidiendo. Es por eso que, ya que lo que les decía valía menos que el icono de la app en la lista de aplicaciones del móvil, me vi obligado a eliminarla.

Eliminar Whatsapp fue más fácil de lo que creía, como una aplicación normal, acepté desinstalarla y listo, no esperaba otra cosa. Quizás de alguna forma en mi mente había interiorizado que "hay que tener Whatsapp" y no, no hay que tenerlo. Una vez desinstalado llegó el silencio a mi barra de notificaciones, ahora hay una especie de vacío, hacía mucho que le había quitado el sonido a la aplicación pero imagino como puede ser ese vacío para los que tienen programada, cual perro de Pávlov, la vibración cada X minutos o segundos de su bolsillo.

Es de esa reflexión que decidí observarme a ver si notaba algún tipo de adicción a la aplicación, llevo un día y ya he necesitado la app para hablar con algunas personas puntualmente pero nada importante. En realidad creo que, dependiendo a quien, no es ninguna tontería hablar de adicción digital, en serio. Y se me ocurren algunos nombres de amigos que quizás deberían empezar a tratarse desde ya.

Algunos incluso han llegado a echarme en cara el decidir abandonar Whatsapp de forma unilateral (¿Se supone que debí haber hecho una asamblea?), entienden que estoy forzando al que quiera hablar conmigo a pasarse a Telegram (no hay que pasarse, pueden tener ambos, además de hablarme por Hangout, Facebook, y creo que también por Skype). He tenido que explicar que la gente es libre de usar Whatsapp, pero también de no usarlo, como si la única justificación posible para no tener Whatsapp fuera tener un móvil incompatible, y de echo, es lo que me ha pasado a mí en parte, ya que en la tablet no me deja instalarlo.

Y aquí estoy con casi 30 años escribiendo una chorrada que bien podría firmar cualquier preadolescente.

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